Pasivo: El pasivo de una empresa son sus obligaciones, como el pago
a bancos, proveedores, impuestos, salarios a empleados, entre otras. Según
Montes, “representa todas las deudas ajenas que tiene contraídas la empresa en
un momento determinado”. Hay varios tipos de pasivos:
Pasivo corriente: También conocido como pasivo circulante con el
anterior PGC. “Representa todas las deudas ajenas que tiene contraídas la
empresa en un momento determinado, con vencimiento en el corto plazo, es decir,
tienen que cancelarse dentro de los próximos 365 días”.
Pasivo no corriente: También denominado como pasivo fijo,
“representa todas las deudas ajenas que tiene contraídas la empresa en un
momento determinado, con vencimiento a largo plazo, es decir, tienen que
cancelarse en un periodo superior a 365 días”, afirma Montes.
Pasivo financiero: “Representa todas las deudas ajenas que tiene
contraídas la empresa con las entidades financieras y otros prestamistas en un
momento determinado. Esta financiación se conoce como ‘negociada”, sostiene
esta experta.
Pasivo operativo: “Representa todas las deudas ajenas que tiene
contraídas la empresa con los suministradores de productos y servicios, así
como con organismos públicos. Esta financiación se conoce como espontánea”,
destaca Montes.
Pay-back: Es lo que se conoce como retorno de una inversión. Según
Vicente Pardo, “es el tiempo que tarda una empresa en recuperar una inversión
realizada. Por ejemplo, invertimos en un activo ( una máquina) y calculamos el
período en el cual recuperaremos la inversión que hicimos”.
Préstamo participativo: Es un instrumento financiero muy flexible,
“dado que permite devolver el capital prestado y los intereses en función de
los recursos líquidos que se generen en la actividad. Tiene un alto interés
financiero, dado que no colapsa la posición financiera. Se considera un híbrido
entre el capital social y la deuda. A efectos contables se computa en el
patrimonio neto”, aclara la profesora de la Escuela de Organización Industrial
(EOI).
Punto de equilibrio: También se lo conoce como umbral de
rentabilidad, break even, punto crítico o punto muerto. Y “representa el nivel
de actividad donde el beneficio es cero; esto es, ni se gana, ni se pierde. En
el punto de equilibrio, los costes totales coinciden con las ventas. Cuando las
ventas superan este punto, se genera beneficio, y al contrario, pérdida”,
indica Montes. Pardo añade, en relación a este término, que cuando se empieza a
obtener beneficios, “nuestras ventas son superiores a nuestros costes, y si no
se alcanza ese punto, empezaremos a tener pérdidas, es decir, nuestros costes
son superiores a nuestras ventas”.






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